jueves, 23 de mayo de 2013

La Iglesia, cuerpo de Cristo

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Dicho esto y habiéndolo demostrado con plena evidencia a través de un recuento pormenorizado de todos los miembros, añade: Así es también Cristo. Cuando esperábamos que dijera: Así es también la Iglesia, como era natural, no lo dijo, sino que en su lugar puso a Cristo, elevando el tono y causando así mayor impresión en el oyente.

En realidad, es esto lo que quiere decir: Así es también el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Lo mismo que el cuerpo y la cabeza forman un solo hombre, así también la Iglesia y Cristo son una sola realidad. Por eso puso Cristo en vez de Iglesia, llamando así a su cuerpo. Que es como si dijera: lo mismo que nuestro cuerpo es uno aunque lo integren muchos miembros, así también en la Iglesia todos somos uno. Y aun cuando la Iglesia consta de muchos miembros, todos esos miembros forman un solo cuerpo.

Una vez reanimado y levantado el ánimo, con este ejemplo de evidencia inmediata, del que se creía en inferioridad de condiciones, nuevamente abandona el lenguaje corriente para elevarse a hablar de otra cabeza, de la cabeza espiritual, reportándonos un consuelo más profundo, al demostrarnos que existe una gran igualdad en el honor. Y ¿cuál es esa cabeza? Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Esto es: lo que ha hecho que seamos un solo cuerpo y nos ha regenerado es un único Espíritu: pues éste y aquél no han sido bautizados uno en uno y otro en otro espíritu. Ya que no sólo es uno el que nos bautiza, sino que también es uno aquel en quien bautiza, es decir, por medio de quien bautiza. Pues no fuimos bautizados para formar cuerpos diversos, sino para que todos cooperemos unánimes por mantener la perfecta conexión del único cuerpo; o lo que es lo mismo: hemos sido bautizados para ser todos un solo cuerpo.

Así pues, tanto el que construyó el cuerpo como el cuerpo construido son uno. Y no dijo: «para que seamos un mismo cuerpo», sino: «para que todos seamos un cuerpo», procurando en todo momento utilizar aquellas palabras que den más énfasis a la expresión.

Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Esto es, hemos sido iniciados en unos mismos misterios y nos hemos sentado a una misma mesa. Y ¿por qué no dijo: «Comemos el mismo cuerpo y bebemos la misma sangre»? Pues porque al mencionar el Espíritu, significó ambas cosas: el cuerpo y la sangre: a través de ambos hemos bebido del mismo Espíritu. Todos hemos bebido del mismo Espíritu y hemos recibido la misma gracia. En efecto, si nos ha unido un solo Espíritu, es que nos ha llamado a formar todos un mismo cuerpo. Es esto precisamente lo que significa:

Hemos sido bautizados para formar un solo cuerpo; se nos ha obsequiado con una misma mesa y abrevado en una misma fuente. Es lo que significa la frase: Todos hemos bebido de un solo Espíritu.

San Juan Crisóstomo, Homilía 30 sobre la primera carta a los Corintios (1-2: PG 61, 250-251)

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