jueves, 28 de agosto de 2014

Que toda nuestra oración esté impregnada de acción de gracias

El sacerdote es algo así como el padre de todo el orbe. Conviene, pues, que se cuide de todos, como Dios, cuyo sacerdote es. Por eso dice: Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias... Dos son por tanto los bienes que de aquí se derivan: se disipa la aversión que sentimos hacia los extraños, pues nadie puede odiar a aquel por quien ora; y ellos mismos se hacen mejores, bien porque se reza por ellos, bien porque ellos mismos deponen la ojeriza que nos tienen. Pues nada es más eficaz en la corrección como amar y ser amado.

Piensa cuál no debería ser el impacto al enterarse los que urdían asechanzas, flagelaban, torturaban y mataban, de que sus víctimas elevaban a Dios fervorosas oraciones por ellos, que tales sufrimientos les infligían.

¿No ves cómo el Apóstol quiere que el cristiano supere a todos? Es lo que sucede con los niños: aun cuando el bebé, llevado en brazos de su padre, propine a éste frecuentes manotazos en la cara, no por eso disminuye un ápice el afecto paterno; pues lo mismo ocurre con los extraños: aunque nos hieran, no debemos aflojar en nuestra benevolencia para con ellos.

¿Qué significa el inciso: lo primero de todo? Quiere decir: en el culto cotidiano. Los iniciados saben muy bien que cada día se hacen súplicas mañana y tarde; saben que, en todo el mundo, elevamos oraciones por los reyes y por todos los que ejercen la autoridad.

Fíjate lo que dice y cómo, para hacer más aceptable la recomendación, apunta a las ventajas que se siguen. Dice: para que podamos llevar una vida tranquila y apacible. Esto es, el bienestar de ellos revierte en tranquilidad nuestra. Y ya antes, en la carta a los Romanos, exhortando a los cristianos a obedecer a la autoridad civil, dijo: No sólo por miedo, sino también por motivos de conciencia.

Oraciones —dice—, plegarias, súplicas, acciones de gracias. Porque hay que dar gracias a Dios incluso por los bienes otorgados a otros: por ejemplo, por hacer salir su sol sobre malos y buenos y por mandar la lluvia a justos e injustos. ¿Te das cuenta cómo el Apóstol trata de unirnos y aglutinarnos no sólo mediante la oración, sino también a través de la acción de gracias? Pues lo que nos impulsa a dar gracias a Dios por los bienes del prójimo, nos estimula también a amarle y a abrigar para con él buenos sentimientos.

Ahora bien, si hemos de dar gracias por aquellos que viven en nuestro entorno, con más razón habremos de hacerlo por aquellos que se nos acercan abiertamente o de incógnito, espontánea o forzadamente; y también por aquellos que se nos antojan molestos, pues Dios todo lo dispone para nuestro bien. Por tanto, que toda nuestra oración esté impregnada de acción de gracias. Y si se nos manda rezar por los prójimos, y no sólo por los fieles, sino también por los infieles, ¡juzga por ti mismo la gravedad que reviste el orar contra los hermanos!

Homilía 6 sobre la primera carta a Timoteo (1-2: PG 62, 529-531)

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