sábado, 18 de octubre de 2014

Sus escritos nos sostienen

Glorioso es el Dios que nos ha llamado, pronto a otorgarnos la recompensa, él que nos ha salvado. El auxilia a quienes le conocen y alegra generosamente con sus dones espirituales y divinos a quienes lo glorifican.

Observa cómo realmente lo glorifican, diciendo: El es mi Dios y Salvador: confiaré en él. Y al instante él les promete tanto las fuentes como las aguas de la salvación.

Era efectivamente necesario que quienes salían de las tinieblas a la luz, que los llamados de la ignorancia del paganismo al conocimiento del Dios verdadero, no quedaran privados de la instrucción y de la palabra que infunde alegría y es capaz de conservarlos en la piedad. Pues no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. Llama el profeta «agua» a la palabra de Dios que da la vida, y «fuentes» a los santos apóstoles y evangelistas, a los que agrega los mismos profetas; la «salvación» es evidentemente Cristo. Por tanto, dice el Señor, vosotros que me alegráis reconociéndome por la fe, Dios por naturaleza y Señor de todas las cosas, recibiréis en recompensa un gozo espiritual y divino, sacando de las fuentes de la salvación, es decir, de Cristo, la palabra que es capaz de guardaros y fortaleceros en vuestra misión de testigos.

De hecho, él constituyó a los santos apóstoles, de los que hasta el bienaventurado David canta: Aparecieron las fuentes de las aguas y se vieron los cimientos del orbe. Las fuentes de las aguas son los discípulos del Señor, los cuales, con la fuerza del Espíritu hacen llover de lo alto sus palabras sobre toda la tierra; y son ciertamente los cimientos del orbe. Cristo, en cambio, es la piedra escogida colocada —como se ha dicho— por Dios Padre como cimiento de Sión, es decir, de la Iglesia. Nosotros, en efecto, nos apoyamos sobre él y mediante la fe entramos en la construcción del. templo del Espíritu, para formar un templo consagrado al. Señor, para ser la morada de Dios, por el Espíritu.

Así pues, todos cuantos predican a Cristo por toda la tierra, pueden ser, y pueden ser llamados con perfecto derecho, piedras, respecto a Cristo, o también cimientos del orbe, ya que sus escritos nos sostienen y nos sirven de apoyo con la solidez y la firmeza de la fe y de la verdad.

Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 2, 1: PG 70, 342-343)

No hay comentarios:

Publicar un comentario