miércoles, 14 de enero de 2015

Dios no es parcial con nadie

¿Cómo es que el Apóstol hace aquí a los paganos, inmediatamente después de los judíos, partícipes de la gloria del honor y de la paz? A mí me parece que, en este texto, establece una triple jerarquía. Primero se refiere a los que perseveran en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte; a éstos Dios les dará la vida eterna.

La perseverancia en hacer el bien es evidente en quienes afrontaron luchas y combates por la fe: claramente se alude aquí a los cristianos, entre los que los mártires abundan. Lo demuestra asimismo lo que el Señor dice a los apóstoles: En el mundo tendréis luchas; el mundo estará alegre, vosotros lloraréis. Y poco después añade: Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Es propio de los cristianos padecer tribulaciones en este mundo y llorar, pero suya es la vida eterna.

¿Y quieres saber que la vida eterna está reservada para sólo el que cree en Cristo? Escucha la voz del mismo Señor que lo declara expresamente en el evangelio: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Así pues, quien no reconozca al Padre, único Dios verdadero, y a su Hijo, Jesucristo, está excluido de la eternidad de la vida. Este mismo conocimiento y esta fe son reconocidos como vida eterna. Tenemos pues, aquí el primer grado jerárquico de los cristianos, a quienes por la perseverancia en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte, les dará la vida eterna indudablemente aquel que dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Y en Cristo, que es la vida eterna, está la plenitud de todos los bienes.

Una segunda categoría comprende a los que, porfiados, se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia. A éstos les amenaza un castigo implacable, es decir, a todo malhechor, primero al judío, pero también al griego. A estos mismos, sin embargo –pero situados en una tercera categoría–, se les promete una retribución de bienes, cuando dice: Gloria, honor y paz a todo el que practica el bien, en primer lugar al judío, pero también al griego. Esto se refiere, a mi modo de ver, a los judíos y a los griegos que todavía no han abrazado la fe.

Ahora bien: si, a lo que parece, el Apóstol condena a los paganos porque, habiendo llegado al conocimiento de Dios mediante sus luces naturales, no le dieron la gloria que como Dios se merecía, ¿cómo no pensar que hubiera podido, mejor, debido, alabarlos, caso de que entre ellos hubiera quienes, conociendo a Dios, como a Dios le hubieran glorificado? Me parece fuera de toda duda que si alguien mereciera ser condenado por sus malas obras, éste mismo sería acreedor a una remuneración por sus buenas obras caso de que hubiera obrado el bien. Atiende a lo que dice el Apóstol: Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos nuestro cuerpo. Que viene a ser lo que dice en este mismo texto: Porque Dios no es parcial con nadie.

Orígenes
Comentario sobre la carta a los Romanos (Lib 2, 7: PG 14, 887-889)

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