martes, 24 de marzo de 2015

Todo se escribió como ya ocurrido, pero preanunciando el futuro

Antes que naciera Abrahán existo yo. Él es efectivamente el Verbo de Dios, por cuyo medio se hicieron todas las cosas; pero, colmando de su Espíritu a los profetas, predijo por su medio que había de venir en la carne. Ahora bien, la pasión está estrechamente ligada a su encarnación, pues no habría podido padecer lo que el evangelio nos refiere, sino en aquella carne mortal y pasible que había asumido.

En el evangelio leemos que, cuando el Señor fue clavado en la cruz, los soldados que le crucificaron se repartieron su ropa; y habiendo descubierto que la túnica era sin costura, tejida toda de una pieza, no quisieron rasgarla, sino que la echaron a suertes, para que aquel a quien le tocara la tuviera entera. Esta túnica significaba la caridad, que no puede ser dividida.

Estos acontecimientos narrados en el evangelio, fueron muchos años antes cantados en el salmo como ya sucedidos, mientras preanunciaban acontecimientos futuros: Me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Todo se escribió como ya ocurrido, mientras se anuncia de antemano el suceso futuro. Y no sin motivo las cosas venideras se han escrito como ya ocurridas.

Cuando se decía que la Iglesia de Cristo tenía que extenderse a todo el mundo, pocos eran los que lo decían y muchos los que se reían. Ahora ya se ha confirmado lo que mucho antes se había predicho: la Iglesia está esparcida por todo el mundo. Hace más de mil años le había sido prometido a Abrahán: Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo. Vino Cristo, de la estirpe de Abrahán, y todas las naciones han sido ya bendecidas en Cristo. Se predijeron persecuciones, y las persecuciones vinieron provocadas por los reyes adoradores de ídolos. A causa de estos enemigos del nombre de Cristo, la tierra pululó de mártires. De la semilla de esta sangre derramada ha germinado la mies de la Iglesia. No en vano la Iglesia oró por sus enemigos: muy a menudo han acabado aceptando la fe.

También se dijo que los mismos ídolos acabarían por ser abatidos en el nombre de Cristo: esto lo encontramos también en las Escrituras. Hasta no hace mucho, los cristianos leían esto, pero sin verlo; lo esperaban como algo futuro y así se fueron de esta vida: no lo vieron, pero en la convicción de que había de suceder, en esta creencia se fueron con el Señor; en nuestro tiempo también esto nos es dado ver. Todo lo que anteriormente se predijo de la Iglesia, vemos que se ha cumplido; ¿sólo queda por venir el día del juicio? Y éste que todavía no es más que un anuncio, ¿no se va a cumplir? ¿Hasta tal punto somos empedernidos y duros de corazón que, al leer las Escrituras y comprobar que todo lo que se escribió, absolutamente todo, se ha cumplido a la letra, y desesperamos del cumplimiento del resto?

¿Qué es lo que queda en comparación de lo que vemos ya cumplido? Dios que nos ha mostrado tantas cosas, ¿va a defraudarnos en lo que aún queda? Vendrá el juicio a dar la recompensa por los méritos: a los buenos bienes, a los malos males. Seamos buenos, y esperemos seguros al juez.

San Agustín de Hipona
Sermón 22 (1: Edit. Maurist. t. 5, 116-118)

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